8 Tomó el rey a los dos hijos que Rispá, hija de Ayyá, había dado a
Saúl, Armoní y Meribbaal, y a los cinco hijos que Merab, hija de
Saúl,
había dado a Adriel, hijo de Barzillay de Mejolá
9 y los puso en manos de los gabaonitas que los despeñaron en el
monte ante Yahveh. Cayeron los siete a la vez; fueron muertos en los
primeros días de la cosecha, al comienzo de la siega de la cebada.
10 Rispá, hija de Ayyá, tomó un sayal y se lo tendía sobre la roca
desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre ellos las lluvias del
cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves del cielo por el día ni
las bestias del campo por la noche.
11 Avisaron a David lo que había hecho Rispá, hija de Ayyá,
concubina de Saúl.
12 Entonces David fue a recoger los huesos de Saúl y los huesos de su
hijo Jonatán, de entre los vecinos de Yabés de Galaad que los habían
hurtado de la explanada de Betsán, donde los filisteos los habían colgado el
día que mataron a Saúl en Gelboé;
13 subió desde allí los huesos de Saúl y los huesos de su hijo Jonatán
y los reunió con los huesos de los despeñados.
14 Sepultaron los huesos de Saúl, los de su hijo Jonatán y los de los
despeñados, en tierra de Benjamín, en Selá, en el sepulcro de Quis, padre de
Saúl, y ejecutaron cuanto había ordenado el rey, después de lo cual
Dios
quedó aplacado con la tierra.
15 Hubo otra guerra de los filisteos contra Israel. Bajó David con sus
veteranos y atacaron a los filisteos. David estaba extenuado.
16 Había un campeón de los descendientes de Rafá; el peso de su
lanza era de trescientos siclos de bronce, ceñía una espada nueva y se dijo:
«Voy a matar a David.»
17 Pero acudió en su socorro Abisay, hijo de Sarvia, que hirió al
filisteo y le mató. Entonces los hombres de David le conjuraron diciendo:
«No vuelvas a salir al combate con nosotros, para que no apagues la
antorcha en Israel.»